lunes, 3 de noviembre de 2008

La Carta de Esculapio a su hijo





En la mitología griega Asclepio o Asclepios, Esculapio para los romanos, fue el dios de la Medicina. Se dice que la familia de Hipócrates descendía de este dios. Sus atributos se representan con serpientes enrolladas en un bastón, piñas, coronas de laurel, una cabra o un perro. El más común es el de la serpiente, animal que, según los antiguos, vivía tanto sobre la tierra como en su interior. Asclepios tenía el don de la curación y conocía muy bien la vegetación y en particular las plantas medicinales
La vara de Asclepio (Esculapio para los romanos) es un antiguo símbolo griego asociado con la astrología y la curación de enfermos mediante medicina. Consiste en una serpiente entrelazada alrededor de una vara larga. La vara fue, durante mucho tiempo, símbolo de la profesión médica, y la serpiente, que muda periódicamente de piel, simboliza, por lo tanto, el rejuvenecimiento. Asclepio era el dios de la curación en la antigua mitología griega. Es común caer en el error confundiendo esta vara con el caduceo de Hermes (Mercurio para los romanos). La diferencia y la peculiaridad del bastón de Esculapio está en que no tiene alas y sólo asciende por la vara una serpiente. La serpiente se consideraba en muchas culturas capaz de resucitar a los muertos y Esculapio en su afán de sanación iba resucitando a la gente difunta que veía. Hades, Rey de los Infiernos, molesto por la reducción de los enviados a su reino, fue a quejarse del uso que Esculapio hacía de la serpiente, así pues como medida salomónica, Zeus optó por anular la capacidad de la resurrección y dotándola solamente de la sanación. De ahí su estrecha relación con el mundo médico.
Aparte de la historia que acabo de contarles, Asclepio nos ha dejado una carta muy hermosa, en donde, después que su hijo le refiere querer seguir sus pasos, y convertirse en médico, describe la profesión del médico, con tanta belleza y tanta exactitud que si la hubiese escrito ayer no le tendría que cambiar ni un ápice, asi de certera es su descripción.
Dado que yo sigo siendo un soñador románticamente enamorado de la Medicina, he decidido compartir con ustedes esta carta, para los que somos médicos, redescubramos la entrega, el sacrificio, la satisfacción y el orgullo de ser médicos, de haber sido bendecidos con el poder de sanar; y aquellos que no lo son y lean esta carta, puedan pensar en sus médicos, amigos, familiares, o conocidos, y los vean con otros ojos.
Con cariño, una de mis obras favoritas

LA CARTA DE ESCULAPIO A SU HIJO

“ QUIERES SER MEDICO HIJO MIO?

Aspiración es esta de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia. ¿Deseas que los hombres te tengan por un Dios que alivia sus males y aleja su espanto?
¿has pensado bien lo que va a ser de tu vida? Tendrás que renunciar a tu vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, una vez terminada su tarea, aislarse lejos del infortunio, tu puerta deberá estar abierta a todos. A toda hora del día o de la noche vendrán a tumbar tu descanso, tus placeres, tu meditación. Ya no tendrás horas que dedicarle a tu familia, a los amigos o al estudio. Ya no te pertenecerás. Los pobres acostumbrados a padecer no te llamarán sino en caso de urgencia, pero los ricos te tratarán como su esclavo, encargado de remediar sus excesos, sea por una indigestión o por un catarro.
¿Eras estricto en escoger a tus amigos, buscabas la sociedad con hombres de talento, con artistas, de almas delicadas? En adelante no podrás desechar a los fastidiosos o a los escasos de inteligencia, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el honrado. Prolongarás la vida de nefastos y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que seas testigo.
¿Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación? Ten en cuenta que te juzgarán no por tu ciencia, sino por casualidades del destino, por el corte de tus ropas, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las charlas y por los gustos de tu clientela. Los habrá quienes desconfíen de tí si no usas barba, si no vienes de Asia, si crees en Dioses, otros si no crees en ellos.
¿Te gusta la sencillez? Habrás de adoptar la actitud de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo, no habrás de mostrar fastidio ni impaciencia, tendrás que soportar relatos que arrancan desde el principio de los tiempos para explicar un cólico, ociosos te consultarán solo por el placer de charlar, serás el vertedero de las nimias vanidades.
Sientes placer por la verdad, ya no podrás decirla, tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal, a otros la insignificancia, pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante o cómplice.
No cuentes con agradecimiento cuando el enfermo sana, la curación es debida a su robustez, si muere, tu serás el que lo ha matado. Mientras está en peligro, te tratará como a un Dios, te suplica, te promete, te colma de halagos. No bien está en convalecencia, ya le estorbas. Cuando se trata de pagar los cuidos que le has prodigado, ya se enfada y ya te denigra.
Cuanto mas egoístas son los Hombres, mas solicitud exigen.
No cuentes con que este oficio penoso te haga rico,. Te lo he dicho: esto es un sacerdocio. Te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo mas feo y repugnante que hay en la especie humana, todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de nauseabundas viviendas, los perfumes subidos de las cortesanas .palpar tumores, curar llagas verdes de pus, contemplar orines, escudriñar esputos, meter el dedo en muchos sitios.
Cuantas veces un día hermoso, soleado y perfumado, al salir de un banquete te llamarán por un hombre que molestado por dolores de vientre te presentará un bacín nauseabundo diciéndote satisfecho: Gracias a Dios que he tenido la precaución de no tirarlo. Recuerda entonces que habrá de parecerte interesante aquélla deyección hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre se desvanecerá para ti. Las verás por la mañana, desgreñadas y desencajadas desprovistas de bellos colores, olvidando sobre los muebles parte de sus atractivos. Cesaran de ser Diosas para convertirse en pobres seres afligidos por la desgracia. Sentirás por ellas menos deseos que compasión.
Tu oficio será para ti una túnica de Neso. En la calle, en los banquetes, en los teatros en tu misma casa los desconocidos, tus amigos, tus allegados te hablarán de sus males para pedirte un remedio. El mundo te parecerá un vasto Hospital, una asamblea de individuos que se quejan.
Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios. La conciencia de aliviar males te sostendrá en tus fatigas, pero dudarás si es acertado hacer que sigan viviendo hombres atacados por un mal incurable, niños enfermizos que ninguna probabilidad tienes de ser felices.
Cuando a costa de mucho esfuerzo hallas logrado que la existencia de algunos se prolongue, vendrá una guerra que lo destruirá todo.
Piénsalo bien mientras estés a tiempo. Pero, si indiferente a la ingratitud, si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma lo bastante estoica para satisfacerse del deber cumplido sin ilusiones, si te juzgas pagado lo bastante con la dicha de una madre, con la cara que sonríe porque ya no padece, con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; Si ansías conocer al hombre, penetrar a todo lo trágico de su destino, entonces , hazte médico, hijo mío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario