SE NECESITAN DOS PARA UN TANGO
DR. Hugo Alejandro Fiallos.
Lápices, llaveros, relojes y almuerzos gratis. Congresos auspiciados y educación médica comprometida. Regalos de cortesía y vacaciones inasequibles. Líderes de opinión y autores fantasma. Estos son los signos visibles de que médicos y laboratorios se encuentran entrelazados en un abrazo de avaricia y exceso, un abrazo que distorsiona la información médica y la práctica clínica. Un artículo publicado en la revista BMJ identifica 16 formas en las que los médicos se enredan con la industria farmacéutica. Ustedes probablemente pueden identificar más. En ese número se explora el alcance de esta relación, sus efectos sobre la investigación, su influencia en la prescripción y las consecuencias para los pacientes.
Afortunada, o desafortunadamente para mí, una vez que lo leí, la idea de esta nota empezó a estorbarme en mi pensamiento, y cuando eso ocurre debo drenarla escribiendo o me dolerá la cabeza toda la semana. Mi musa tiene formas muy agresivas de hacerse sentir.
Mi idea al escribir esto es que siento que los médicos, las compañías farmacéuticas y –más importante– los pacientes, todos se beneficiarían de una mayor distancia entre los médicos y las compañías farmacéuticas.
Se necesitan dos, obviamente, para enredarse, y espero que nadie vea esta nota como “anti” industria farmacéutica. No es para nada mi intención acusarlos de cosas feas y los visitadores que me conocen saben de cómo es mi relación con ellos y saben que esta posición no es nada nueva.
Como médico he sido bendecido con la oportunidad de poder compartir mi experiencia con los colegas a través de las reuniones patrocinadas por estas compañías, pero eso no significa que el tema a desarrollar tenga que hacerlo utilizando la información que dicha compañía quiere que se use o nombrar los medicamentos por su nombre comercial. Hay que poner límites, y obviamente eso no te vuelve un expositor muy popular.
Sabemos y estamos de acuerdo en que prácticamente todos los nuevos medicamentos desarrollados en los últimos 60 años –drogas que han transformado la medicina– han sido desarrollados o fabricados por compañías farmacéuticas.
Los médicos y las compañías farmacéuticas deben trabajar juntos, pero los médicos no necesitan ser banqueteados, transportados lujosamente, alojados en los mejores hoteles, ni educados por las compañías farmacéuticas. ¿Porqué? Porque el resultado es un sesgo en las decisiones tomadas en la atención de pacientes. Las compañías farmacéuticas son empresas que deben comercializar sus productos. A veces tuercen las reglas, pero son los médicos tal vez los más culpables de haber llegado a depender de la generosidad de los laboratorios. ¿Cómo es que hayamos llegado al punto en que los médicos esperan que la información, la investigación, la educación, las organizaciones profesionales y la asistencia a congresos sean suscritos por los laboratorios? ¿Cómo puedo yo esperar calidad si los libros de farmacología, las revistas especializadas y los artículos médicos, sean usados cada vez menos, especialmente por los médicos recién egresados? Tanto los médicos como los laboratorios saben que hay algo malsano en esta relación, pero parecen incapaces de detenerse.
Algunos países y organizaciones profesionales —incluyendo más recientemente la Asociación Médica Mundial— han reconocido los peligros de esta proximidad y han desarrollado códigos de conducta. La propia industria tiene códigos de ética.En Honduras hay una ley que prohíbe la entrega de muestras médicas a los médicos y sin embargo, no es suficiente. ¿Por qué esto no es suficiente? De nuevo, ambas partes son culpables. Los códigos de conducta son mero decorado de vitrinas a menos que sean explícitos y vigorosamente observados. Los vendedores de la industria inevitablemente los ven como el impulso para diseñar campañas cada vez más imaginativas que pongan a prueba los límites de tales códigos. Los médicos, por su parte, demasiado fácilmente se convencen a sí mismos de que su integridad profesional es inmune a la seducción de las compañías farmacéuticas. Demasiados médicos creen que las leyes de la economía pueden romperse y que el almuerzo gratis sí existe. Por desgracia, existe sólo en su imaginación.
Hay una creciente cantidad de evidencia de que las recetas de los médicos se ven influidas por los laboratorios, ya sea a través de las conversaciones con los visitadores médicos o a través de promociones de venta disfrazadas de educación médica. Un grupo de investigadores británicos encontró que los médicos que tienen un contacto frecuente con visitadores médicos están más dispuestos a recetar nuevos medicamentos, no se sienten cómodos con consultas que terminen solamente en consejo, y tienen una probabilidad mayor de acceder a prescribir un medicamento que no está clínicamente indicado. Es difícil no dejarse convencer por una sonrisa cálida, un perfume femenino, y unas piernas cruzadas seductoramente. Además de una comida gratis y un toque de adulación.
Se ha demostrado hasta la saciedad que la información proporcionada a los médicos por las compañías farmacéuticas está sistemáticamente distorsionada. Y cada vez es mayor la cantidad de médicos que utilizan esos “artículos” como sus parámetros de referencia. Ya nadie lee la Goodman & Gilman.
También hay peligro en las elegantes reimpresiones de artículos de revistas prestigiosas que el visitador médico trae consigo. Como es de esperar, los visitadores no traen reimpresiones que son desfavorables para sus productos.
Las revistas médicas están atrapadas en la disyuntiva entre publicar la investigación más relevante y válida o ser utilizadas como vehículos de propaganda farmacéutica. Si una revista publica un ensayo que favorece al fármaco A sobre el fármaco B, ¿es ésa una decisión científica o es una inversión empresarial a ser recuperada en una lucrativa venta de reimpresiones? Ciertamente hay peligros en la publicidad farmacéutica de revistas y suplementos auspiciados, y es por ello que las revistas necesitan sistemas para evitar que la publicidad influya el contenido editorial. Pero la cruda realidad es que sin el patrocinio de los laboratorios muchas revistas no sobrevivirían.
Aun así, las revistas llegan tarde a un proceso de investigación que toma muchos años de planificación, ejecución e interpretación. El cuidado en la eliminación de la influencia de la industria y en la protección de los pacientes comienza en la etapa de planificación. Los comités de ética de la investigación tienen un papel vital en asegurar que los nuevos ensayos clínicos sean científicamente justificables. El desarrollo y la comercialización de medicamentos es una industria de miles de millones de dólares, donde los intereses financieros influyen en el diseño y la planificación de los ensayos clínicos. Muchos trucos pueden ser utilizados para proporcionar a los laboratorios los resultados que desean, incluyendo comparar el nuevo fármaco con un placebo en lugar de compararlo con un tratamiento estándar basado en evidencia, o comparar la nueva droga con un medicamento existente inadecuado o con una dosis muy baja de otra droga existente. Hay muchos estudios que apoyan estas preocupaciones. Una revisión sistemática realizada por investigadores norteamericanos encontró que los estudios patrocinados por las compañías farmacéuticas tienen una probabilidad cuatro veces mayor de tener resultados que favorecen al patrocinador que los estudios financiados por otras fuentes.
Si bien estas estrategias afectan la atención a los pacientes, los laboratorios tienen muchas otras vías de influencia, incluyendo el financiamiento –a menudo en secreto– de organizaciones de pacientes, de compañías de relaciones públicas y lo más preocupante, de asociaciones médicas. Solo debes ver que laboratorio financia los congresos, reuniones, cenas y presentaciones que se llevan a cabo en los diferentes hoteles de Tegucigalpa mes a mes. Todos conocemos a más de un colega que no solo come él, también lleva a su esposa, sus hijos, y hasta la suegra a esas comidas. Yo personalmente puedo nombrar mínimo a cuatro médicos que no cenan en su casa cuatro días por semana. Estos métodos de influencia sobre los médicos ayudan a la industria a disfrazar su propio interés.
La industria farmacéutica es inmensamente poderosa. Es una de las industrias más rentables, es verdaderamente global, y está estrechamente conectada con políticos, cosa que todos sabemos. En comparación con ella, la medicina en Honduras es una víctima ingenua, ignorante y desorganizada. Una organización sin dirección, sin objetivo, sin unidad. Los médicos se han hecho dependientes de la industria de una manera que menoscaba su independencia y su capacidad para hacer lo mejor posible por sus pacientes. Las diferentes asociaciones médicas del país deberían abogar por una mayor distancia en las relaciones con la industria farmacéutica y promover una educación y fuentes de información independientes y adecuadas, y sin embargo...
La Universidad, especialmente la Facultad de medicina debería promover una educación de calidad, convirtiendo estudiantes críticos, pensantes, que lean. Que entiendan que la verdad absoluta no se entrega en pláticas de 5, 10 o 15 minutos.
Los médicos debemos entender que cada cena a la que asistimos no es grátis, que cada regalito recibido compromete su ética, su integridad y su decencia. Todos hemos oído decir pidámosle a (ponga aquí el nombre de su Laboratorio favorito), que nos regale (lo que usted guste pensar), y se molestan si la compañía no les cumple, ¿y con que amenazan? Con RECETAR LOS PRODUCTOS DE LA COMPETENCIA. Si bien esto es competencia de cada uno de nosotros y nuestro espíritu también es cierto que muchas veces no vemos el cielo porque damos por hecho que siempre está ahí. Que porque “todo el mundo lo hace” nosotros estamos obligados a hacerlo.
Aboguemos por un gremio médico independiente, sé que para muchos es la única oportunidad que tienen en sus miserables vidas de visitar Europa, pero su ética, su integridad como persona y sobretodo la imagen ante sus pacientes es más importante que cualquier foto subida en Facebook con la torre de Pisa o la Estatua de la libertad de fondo. Ya es hora que hagamos un nuevo juramento hipocrático que prohíba la aceptación de dinero, regalos u hospitalidad. Estos son los pensamientos, que me han convertido en un soñador incómodo.
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